Aquellas mujeres y hombres buenos que dieron su vida por lo que más amaban sin dudarlo un segundo.
Policías, guardias civiles, militares y funcionarios de prisiones que han dado lo más preciado que puede poseer un hombre. Más valioso que el dinero y que el mismísimo tiempo, la vida.
Hombres y mujeres cuyos valores están por encima de todo. Les tocó vivir la época más dura y sanguinaria de España. Los años de plomo.
Una época en la que la noticia era que ETA no había matado. En la que había que agacharse debajo del coche por si habías sido marcado como objetivo de la banda terrorista y tenías algún artefacto bomba en los bajos del vehículo.
Cuando ir al norte era el primer destino y el más difícil del cual salir. Donde se tendía el uniforme en casa por miedo a que se descubriera a que se dedicaban y fueran excluidos, amenazados o asesinados.
te despedías de tu familia como si fuera la última vez que fueras a verlos
La época de las mentiras. Donde había que inventarse una segunda vida y aprendérsela para contarla a las personas con las que día a día se relacionaban. Época del miedo, donde se le repetía por activa y pasiva a los hijos que, aunque papá o mamá eran los buenos, no se podía decir a nadie a qué se dedicaban.
Unos años en los que cada día al ir a trabajar, te despedías de tu familia como si fuera la última vez que fueras a verlos, porque no sabías si volverías. Tiempos en los que la palabra “compañero” tenía todo el sentido.
En los que algunas veces tenían que recoger a sus compañeros muertos de un disparo, ametrallados, o a trozos como resultado de alguna bomba lapa.
Hombres y mujeres que por amor su país, eligieron el camino difícil. En el que la única forma de salir del norte era por los pies por delante, de una baja psicológica por el llamado síndrome del norte o por llevar ya unos años enterrando a compañeros.
Por todos aquellos hombres y mujeres que vivieron día tras día con la sombra de la muerte tras de sí. Por las víctimas. Por las familias que sufrieron y padecieron lo indecible. Por todos esos héroes sin capa.
Siempre en nuestra memoria.
Yo custodie Tasio Erquicia cuando asesinaron a un inspector en la plaza de la Guardia civil al lado de su vivienda en Bilbao
Mi servicio duro dos horas en el hospital de Basurto pero mi interrogación en la Comandancia de la calle el Cano duro duro quince días por darle con una Marieta en la tripa al obispo Añoveros
Tuve que aguantar lo que nunca me imaginé por parte de algún sopla gaitas. El Coronel fue el único que me felicitó
El Teniente coronel Lobo me coacción yo creo que ya habrá muerto espero verme con el