¡Boom! Ha estallado la tercera guerra mundial, más mundial que nunca porque están implicados hasta los países que no participan; es deslocalizada y ubicua a partes iguales, intervienen múltiples actores con poder y organización a diferentes escalas, desde gobiernos y empresas hasta individuos. Que no esté oficialmente declarada la hace aún más peligrosa, por el sigilo con el que emplea sus armas y porque la batalla se libra sin tregua, a tiempo completo y en el ciberespacio. Esta vez no hay bloques enfrentados, es una guerra de todos contra todos. Los vencidos son ahora los convencidos, convencidos de que una noticia falsa no lo es o de que su meditada decisión de comprar un producto es libre.
Los vencedores emplean armas de una simplicidad y economía demoledora: no se han inventado nada. Copiar miles, millones, de años de evolución ha sido la estrategia más eficiente: se habla de manipulación emocional, pero yo prefiero llamarle movilización emocional. Es demasiado burdo pensar que nos pueden manipular como a las palomas de Skinner o los perros de Pávlov, somos demasiado inteligentes para sucumbir a ello, pero ¿y si la estrategia es diferente? todo cambia cuando se moviliza nuestra parte irracional, potenciando un sentimiento, magnificando una creencia y elevando lo visceral al pódium de la victoria: anulamos el pensamiento crítico. Hacerlo es gratis, no hay que pagar patente y funciona. El mejor ejemplo lo tenemos cuando nace un bebé: llora para manipularnos y sobrevivir. La naturaleza es muy sabia y quien programa la Inteligencia Artificial sólo ha clonado su estrategia.
Olga Tokarczuk, licenciada en psicología y premiada en 2019 con el Nóbel de literatura de 2018, habla sobre ello y dice que no estamos capacitados para soportar la velocidad de la red y procesar el tipo de mensaje que estamos recibiendo, según palabras textuales es “un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que nos ha encerrado en burbujas individuales, diseñadas para programar el comportamiento de los usuarios, como se pudo comprobar tras el caso de Cambridge Analytica”. Como ella, grandes pensadores de nuestro tiempo claman contra la manipulación de la información, el robo masivo de datos personales y el incremento e impunidad de los ciberdelitos, algo que aún no nos ha hecho reaccionar, y al contrario, colaboramos activamente para que nos espíen y regalamos con alegría compartida nuestra vida privada.
Estamos hablando de delitos de tan diferente naturaleza y gravedad como estafas bancarias a través de la red, secuestro de datos personales para utilizarlos en extorsiones y sextorsiones, ciberataques a infraestructuras básicas y comprometedoras para la seguridad de un país como una central nuclear (La India en octubre de 2019) o el robo de datos en hospitales para venderlos (Rumanía en octubre de 2019); España en noviembre de 2019), la organización de la insurgencia low cost de los CDR a través de aplicaciones móviles (Cataluña en octubre de 2019, a través de Telegram); el reclutamiento de jóvenes para la lucha por la Yihad o los ataques a la administración provocando el colapso de los sistemas de información, como sucedió en la diputación de Ourense el pasado mes de noviembre, en la que en un ciberataque consiguió desviar más de 400.000 euros del erario común a cuentas bancarias privadas. El anonimato del crimen no permitiría saber si este hecho fue cometido por un agente externo o es un nuevo método de corrupción por parte de amenazas internas.
La realidad, crudísima, es que no tenemos suficientes ciberguerreros preparados para hacer frente al enemigo, que ahora más que nunca, va por delante. En una policía para el siglo XXI consideramos estratégico desarrollar formación especializada en este ámbito que implique un desarrollo de la carrera profesional. El entrenamiento de ciberpolicías para que se adapten a una realidad dinámica, inmediata y cambiante, como lo es este tipo de delincuencia, implica liberar recursos reduciendo el número efectivos dedicados a la delincuencia clásica y el número de casos civiles tramitados mediante procedimiento penal.
Las medidas de prevención para la población pueden ser sencillas, como informar de la inseguridad de conectarse a una wifi externa, realizar compras en páginas web que incumplan la normativa de seguridad en el pago o la seguridad que aporta una VPN donde las conexiones son anónimas. Estas medidas evitarían que la mayoría de estos delitos se perpetren, pero la seguridad hay que comunicarla para que se entienda.
La realidad es que hace tiempo que vivimos en dos mundos, el virtual y el real, y nuestra mente es la Y que los une, el que logre su control ganará la guerra.
Isabel Sobrino Vaz.
Coordinadora de una policía para el siglo XXI.
Policía nacional. Licenciada en Psicología. Máster psicología general sanitaria.