Si preguntasen a los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, no tardarían en descubrir que el pensamiento mayoritario es que nos sentimos “solo un número” para la administración y no un bien preciado a cuidar.
El hartazgo y la desmotivación en este sentido han alcanzado cotas insospechadas. Los más veteranos pronto enseñan a los pepinillos, –como se conoce cariñosamente a los nuevos policías-, que la única concesión que la administración nos brinda es ser “solo número”. Sí, ese número de carnet profesional asignado por el Ministerio del Interior a cualquier policía en prácticas que termina su periodo de formación.
Definitivamente esto debe cambiar. Detrás de un policía hay un ser humano humano, y detrás de ese ser humano, una familia, que siente y que padece. Difícilmente se puede digerir que los encargados de velar por la seguridad y de preservar los derechos y las libertades de las personas carezcan aún hoy de medios necesarios y adecuados para la salvaguarda y defensa de su propia integridad física. Desde el año 2014, sindicatos y asociaciones pelean para que cada policía o guardia civil tenga su propio chaleco de dotación personal. Tras cuatro largos años de lucha, aún el 40% de ellos carecen del mismo.
Esta situación contrasta con inversiones millonarias sin uso, como el aeropuerto de Castellón -que costó 137 millones de euros-, indemnizaciones multimillonarias como Castor o el derroche sistemático por parte de las administraciones con gastos a fondo perdido, no caben en la cabeza de un colectivo a los que se les trata de convencer que no hay partida presupuestaria para chaleco antibalas individuales, adaptados a talla y sexo.
Parece que la vida de los policías no son merecedoras de un esfuerzo económico extra del Estado, bebiéndonos conformar con una entrega de chalecos “a cuenta gotas” y claramente insuficiente. No jueguen a la “ruleta rusa” con nosotros, señores políticos.
El coste de un chaleco antibalas no alcanza la cifra de 500€, de ahí que nos preguntemos cómo el Estado no es capaz de asumir una partida única para la compra de un bien tan necesario para salvaguardar la integridad física de los agentes.
Lejos de aceptar ser “sólo un número”, los policías exigimos ser considerados lo que somos, personas con nombres y apellidos, y con muchas familias esperando que lleguemos a casa; somos compañeros y amigos, que lejos de resignarse, pensamos pelear por algo que la Ley de Prevención de Riesgos Laborales ya recoge y que la administración desoye desde hace años. Esta omisión de nuestros representantes sigue acrecentando la cifra de pérdidas humanas por carecer de un simple chaleco antibalas.
Editor: José J. Martínez
Pienso sois,para mí personas humanas,y defendeis,vuestra patria,y muy bien,estáis a la altura de cualquier cuerpo del mundo,y que coño que tenéis muchos huevos en las peores situaciones,y yo soy catalán, pero ESPAÑOL,,y con mucho orgullo
Después de haber leído el resumen del estado de las comisarías.y la falta de chalecos se les tenía que caer la cara de vergüenza a los políticos y a los mandos superiores que consienten que los delincuentes vivan mucho mejor y más derechos que los defensores de y ley y el orden
Viva la policía Nacional y la Guardia Civil
Viva España