En el año 1997 los Blanco Puig viven en Algete una vida apacible y tranquila. El matrimonio formado por Manuel y Olga se instaló en este pequeño municipio madrileño buscando un entorno más íntimo y sosegado, lejos del bullicio de la capital, en donde superar la muerte repentina de su primer hijo cuando éste apenas tenía dos años. Con el paso del tiempo se repusieron de tan duro golpe y tuvieron tres hijas: Eva, Rebeca y María, formando junto a ellas una feliz familia.
Eva es la mayor de las tres hermanas. Tiene 16 años y, a pesar de la lógica efervescencia adolescente, es una chica responsable que no da grandes disgustos a sus padres y cumple con todas aquellas normas que estos le dictan, incluida la de la hora de llegada a casa. Pero el sábado 19 de Abril de 1997, Eva se siente mayor y le pide a su madre que le amplíe el horario. Es sábado y quiere pasar más tiempo con sus amigos. Olga no puede negarse y permite que la joven salga hasta la media noche.
El reloj marca 10 minutos sobre las 12 y Olga comienza a inquietarse porque Eva no ha llegado. Una de sus amigas, Vanesa, confirma por teléfono que Eva se despidió de sus amigos para regresar a casa a la hora fijada, que ella la acompañó durante un tramo del camino, y que desde el punto en el que la dejó ya debería haber llegado. Esto hace que salten todas las alarmas y que los padres de Eva comiencen a buscarla desesperadamente por el pueblo y los alrededores.
Las horas del recién estrenado 20 de abril van pasando sin tener noticias de la joven. Los presagios son cada vez más oscuros y su padre acude a primera hora de la mañana al cuartel de la Guardia Civil para denunciar la desaparición. Casi al mismo tiempo, mientras Manuel es oído en declaración, dos vecinos del municipio de Ajalvir que han salido a caminar encuentran en la carretera que une Algete con Cobeña el cuerpo sin vida de Eva.
La zona del hallazgo, conocida como “las pesqueras”, es frecuentada por parejas de jóvenes en busca de intimidad en el interior de los coches. El cuerpo de Eva aparece en la cuneta de la carretera, boca abajo, perfectamente vestido y con 19 puñaladas que han sido asestadas con una navaja común de pequeñas dimensiones. Durante la noche ha llovido mucho en el lugar y esto dificulta el hallazgo de evidencias para la investigación. Sin embargo, el asesino brinda a los agentes del caso una prueba irrefutable: ha dejado su ADN en forma de semen en el cuerpo y las ropas de la joven.
Las primeras hipótesis de investigación sugieren que el asesino pertenece al entorno próximo de la chica, más concretamente a su círculo de amigos, por lo que el caso es bautizado por la Guardia Civil como “Operación Pandilla”. Todos los varones con los que se relacionaba son investigados, incluyendo a Sebas y Miguel, dos jóvenes entre los que Eva debatía su amor adolescente. Pero cada línea de investigación, tras las comprobaciones pertinentes, se cerraba casi con la misma rapidez con la que se abría. También se investiga la intimidad más profunda de Eva, analizando incluso sus diarios personales. En ellos la joven narra las vivencias propias de una chica de su edad, pero también realiza algunos dibujos y anotaciones extrañas, repitiendo con asiduidad una serie numérica: 3-4-3-1-1-0. Estos detalles, al ser conocidos tiempo después por los medios de comunicación, dieron lugar a todo tipo de teorías, algunas tan disparatadas como dolorosas para la familia y que, como se comprobó finalmente, carecían de fundamento. No obstante, la Guardia Civil no deja ninguna posibilidad sin estudiar, pero comienza a pesar en los agentes la frustración cuando ninguna de ellas termina de cuajar y el tiempo pasa sin que puedan identificar al autor del crimen.
Dos años más tarde, en 1999, el caso sigue sin resolverse y el ambiente en Algete es tenso. La creencia popular es que el asesino está entre los vecinos y las sospechas de unos sobre otros generan un clima convulso. Por ello, el alcalde y los propios vecinos impulsan una iniciativa para llevar a cabo una prueba masiva de ADN a los varones del lugar. Más de 2000 hombres prestaron su consentimiento, pero la juez instructora desestimó esta diligencia por considerar que el culpable no se prestaría voluntariamente a realizarla y por entender que podría vulnerar el derecho a la intimidad.
El caso se estanca completamente, pero nunca cae en el olvido del Grupo de Homicidios de la Guardia Civil a pesar del paso de los años. Prueba de ello es que cada nuevo integrante que se incorporaba al grupo tenía entre sus primeras tareas revisar el expediente del caso para tratar de aportar un nuevo enfoque y aire fresco. Igualmente sucedía con los mandos de la Benemérita. El hoy Teniente Coronel Javier Rogero, al tener que abandonar la jefatura del grupo tras su ascenso, dejó una instrucción clara a su sucesor, el Capitán Rubén Valero: “sólo te pido una cosa: que me saques el caso de Eva Blanco”.
En 2013, cuando ya habían transcurrido 16 años desde que ocurrieran los hechos, el Teniente Pablo Viñuela comenta con sus compañeros que ha visto un reportaje sobre los avances en el campo del ADN, y que en la actualidad, con los medios adecuados, existe la posibilidad de estudiar más en profundidad la muestra que conservan del asesino para conocer, por ejemplo, su origen geográfico. Averiguan que la Universidad de Santiago de Compostela tiene la tecnología necesaria para tal fin, y tras solicitar su colaboración, el resultado de las pruebas es que el autor procede del norte de África.
Este dato, aparentemente insignificante, es una joya para los investigadores. Un rayo de luz en un caso que parecía destinado a la sombra. Empieza ahora una labor contra el reloj revisando los padrones de la época y listando a aquellos varones de procedencia magrebí que vivían en Algete y los alrededores en la fecha del crimen. Con ello obtienen un listado de unos 300 sospechosos aproximadamente. El círculo se estaba estrechando.
Localizar a cada uno de los interesados es una tarea larga y compleja. Muchos de ellos viven en otras zonas de España y del extranjero o han regresado a su país de origen. El tiempo no sobra, pues apenas quedan 3 años para que el delito prescriba y el asesino quede impune. Pero los investigadores no decaen en el empeño y van ubicando y entrevistando a cada uno de ellos, solicitándoles una muestra para estudiar su ADN. Con el varón que ocupa la posición 90 en la lista los agentes se ven obligados a citarse en la carretera, concretamente en la N-1, y allí mismo le toman una muestra. El resultado del laboratorio es una inyección de optimismo: aunque no es el autor comparte gran cantidad de material genético con él. La Guardia Civil ha dado con un hermano del asesino.
El donante tiene dos hermanos varones. Uno de ellos reside en ese momento Francia. El otro es localizado en Murcia y sometido al mismo cotejo de ADN que el primero de los hermanos, obteniendo exactamente el mismo resultado: alta coincidencia de marcadores, pero no total. Con esto, el círculo se cierra sobre el tercero de los varones: él es el asesino de Eva.
Se trata de Ahmed Chelch, un marroquí que había obtenido la nacionalidad española y que en el momento del crimen trabajaba en un vivero de Algete. Allí vivía en un terreno cedido por la empresa, en el interior de una caravana junto a Encarna, su mujer, con la que tenía un hijo y que estaba embarazada del segundo en el momento del suceso. Meses después de los hechos, Ahmed puso rumbo a Francia, donde en la actualidad vivía con otra mujer y tenía 3 hijos más con ella.
El día 01 de octubre de 2015, 18 años después de la muerte de Eva y cuando apenas quedaba un año y medio para que el crimen prescribiera, Ahmed Chelch es detenido en Francia por la Gendarmería y la Guardia Civil, y puesto a disposición de la Autoridad Judicial española. El grupo de investigadores al completo acude al domicilio de la familia Blanco Puig para darles la emotiva noticia. La “Operación Pandilla” estaba cerrada: el asesino de Eva había sido detenido.
El tesón y la perseverancia de los agentes tuvieron su recompensa. Sin embargo, el detenido nunca llegó a ser juzgado por los hechos que la Guardia Civil y el ADN le atribuían. El 29 de enero de 2016, mientras aguardaba su juicio, Ahmed decidió quitarse la vida ahorcándose con sus propios cordones en la prisión de Alcalá-Meco. Él mismo fue su juez y su verdugo.
Javi Guerrero para h50 Digital Policial desde http://javiguerrero.net/