Algunas veces existe una lucha interna entre el deber y la obligación frente a la conciencia, y este es uno de esos casos.
El pasado domingo despareció un vecino de 59 años en el monte Gorbea, por lo que se inició un dispositivo para su localización.
Entre los efectivos que participan en la localización del desaparecido se encuentra la unidad de rescate y canina de la Ertzaintza, la unidad canina de rescate y salvamento UCAS de Arrate, Cruz Roja y SOS Deiak además del helicóptero de la Policía autonómica.
Búsqueda de un colaborador de ETA desaparecido
El desaparecido es José Miguel Eteandia Meabe, condenado a 17 años de prisión en 2003 por colaboración con banda terrorista (ETA).
En 1994 facilitó información al comando Vizcaya para que asesinaran a un sargento del Ejército en Larrabetzu.
La sección tercera de la sala de lo penal de la Audiencia Nacional, consideró probado que José Miguel proporcionó a los miembros del comando Vizcaya los datos que precisaban “para la ejecución del asesinato”, relativos tanto a la persona concreta, como a su lugar de trabajo -el cuartel de Saitxe-Mungia-, itinerarios y horarios.
Gracias a la información facilitada por José Miguel, el comando Vizcaya de ETA, entre los que se encontraba Joseba Koldo Martín Carmona, Lourdes Churruca y Angel Irazabalbeitia pudieron atentar contra el sargento.
El 18 de noviembre de 1994 se desplazaron hasta la localidad vizcaína de Larrabetzu y esperaron la llegada de su objetivo a la altura de un semáforo situado a la entrada del casco urbano.
Al parar en el semáforo, Irazabalbeitia le disparó repetidamente consiguiendo herirle. El Sargento respondió con su arma, alcanzando al etarra.
La Ertzaintza logró interceptarles iniciándose un nuevo tiroteo, que tuvo como resultado un agente de la policía autonómica herido y el etarra Irazabalbeitia muerto.
Ahora es la Ertzaintza, la que está intentando rescatar al colaborador de la banda terrorista que asesinó a quince de sus compañeros y realizaron más de 1.300 acciones violentas contra este cuerpo policial.
Por suerte para José Miguel, el deber se impone a la conciencia.
Lo ocurrido se llama KARMA