A tres días de unas elecciones generales, se perpetró el mayor atentado terrorista en España, con 192 personas asesinadas y 1.856 heridos.
Poco antes de las ocho de la mañana del 11 de marzo de 2004, estallaban tres bombas en un tren que llegaba a la estación de Atocha.
Siete bombas más hacían explosión en otros trenes de aquel fatídico día que nadie olvidará.
34 personas fallecieron en el tren de Atocha, 63 en el de la calle Téllez, 65 en el de la estación de El Pozo, 14 en el que estaba en la estación de Sante Eugenia, 16 en diferentes hospitales y un agente del GEO en el asalto a la vivienda de los terroristas.
15 años después se condenaron a 26 personas, de los cuales 17 están en libertad.
Nadie duda de que las fuerzas de seguridad respondieron con creces a la mayor emergencia vivida.
Policías que acudían al trabajo en sus días libres para poder ayudar en lo que fuera necesario.
Coches de policía, convertidos en improvisadas ambulancias.
Policías haciendo labores de psicólogos con las víctimas y que acababan llorando de impotencia y dolor.
Todos los servicios de emergencias respondieron con creces.
El resto de servicios de emergencias de igual manera que la policía se volcó en colaborar y socorrer a las víctimas.
Los propios ciudadanos se volcaron también en ayudar.
Gente salió de sus casas para ayudar a los heridos.
Cientos de ciudadanos abandonaron su trabajo o sus clases para donar sangre.
Se hicieron llamamientos para que nadie fuera a donar, pues habían conseguido más de la necesaria y todavía había colas interminables para donar.
Hoy recordamos a todos los fallecidos en ese terrible atentado y a todos los heridos, que de una u otra forma tendrán secuelas de por vida.