Tengo un sentimiento de culpa. ¡Ayyy mi rubia del yaguar!

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Me he fugado del balneario-asilo y voy a volver a la comodidad aburrida y segura de ese precrematorio por aquello que predicaba Eric Fromm: “El miedo a la libertad”. Dos días en La Mancha profunda, la España despoblada y cargada de historia en la que  – ¡acojonante! la gente se dice buenos días y buenas noches cuando se tropieza por las calles frescas y desiertas aunque no se conozca.

Estoy tirado en la estación de Cuenca, mirando a la ciudad, hace un frío templado y envidiable que me hace recordar, sonriendo, los sudores de la canícula mediterránea. Miro a Cuenca  – sin mariconadas, Miguelito, que te quiero mucho, pero solo me acostaré con la rubia del Jaguar si consiente.

Hoy es el aniversario del nacimiento de grandes autores a los que yo les debo media vida – la otra media a mi ser carcelero porque entré en la cárcel accidentalmente y me di cuenta de que allí estaban los más pobres, los más desgraciados, aquellos a los que les había ido peor en la vida, aunque fuera, algunos con el marchamo de hombres íntegros y honestos, eran bastante peores que los que estaban dentro-. No están todos los que son.

Marieta, una dinamizadora cultural de cojones me avisa de que hoy nació Cervantes, del que podemos decir muy poco que ya no sepamos. Un genio universal al que metió preso mi tatarabuelo, Pacheco de Avilés, por los ardores irreprimidos de bragueta con su hermana Magdalena sin cumplir luego con el casorio, y al que vamos a honrar en El Pedernoso con el gran evento  literario manchego, el QUIJOTE NEGRO E HISTORICO. He tomado una cerveza, colándome en una boda, en una iglesia renacentista extraordinaria  – el arte y la música le deben mucho a la religión- en Villaescusa de Haro. Un pueblo en el que nacieron doce obispos. No sé qué virus funcionaba por ahí en aquella época. Uno de ellos Ramírez de Arellano, fue quién dio permiso a Cervantes  – recuerden la censura feroz que casi ha resucitado la máquina del fango y va a hacer falta el “nihil obstat” para publicar- dio permiso, repito, a Cervantes para publicar el Quijote.   Intentó montar en Villaescusa – donde me colé en la boda y me tomé una cerveza de gorra-  una universidad “non nata” que se le fue al garete porque chocó con el Cardenal Cisneros que la hizo en Alcalá de Henares, cerca de su pueblo, Torrelaguna. Mala suerte para el obispo Ramírez que se tuvo que conformar con crear un colegio mayor en Salamanca con el nombre de Santiago Zebedeo al que obligó a admitir cada curso a un Villaescusano. Eso era una forma de hacer que los del pueblo entraran en las élites. ¿Quiénes eran las elites? Curas, obispos, sacristanes y asimilados, los que tienen confianza con dios y lo manejan en su beneficio, viviendo del cuento moruno.

Luego, andando, como un abuelo errante y sin un duro, aterricé en Belmonte. ¡Qué pasada! El Castillo donde estuvo presa Juana la Beltraneja tras la primera guerra civil allá por el siglo XV. Afán de poder de su hermanastra Isabel, conocida como la Católica. El pueblo donde tuvo domicilio también el Infante Juan Manuel, el del Conde Lucanor y por donde anduvo el Marqués de Villena. Todo cargado de historia que disfrutaremos en el QUIJOTE NEGRO E HISTORICO  y que me hace tener sentimiento de culpa por disfrutar como un descosido, tal y como está el mundo.

 También nació  un día como hoy – el tren llega a su hora mientras escribo, a pesar de Oscar Puente- Unamuno, vasco, rector de Salamanca, represaliado de Franco, que se enfrentó con un par de huevos al golpista faccioso Millán Astray con la famosa frase: “venceréis pero no convenceréis”. Hoy cumpliría años Buero Vallejo, inmejorable dramaturgo de la “Historia de una escalera”, rojo de verdad no de los de ahora que pactan con la derecha más dura y choriza  – descienden de los pujol- para aguantar con sueldos y sillones. Buero tuvo la suerte de caer preso en Ocaña donde coincidió con Miguel Hernández al que hizo el inmortal retrato a carboncillo que aún hoy  es el mejor retrato del poeta, más inmortal  que el retrato de Don Antonio Buero. Me dan asco, derechistas de siempre, que se han apropiado de la figura de Miguel y la exhiben como si fueran sus dueños, como si ellos lo hubiesen descubierto. Cuando yo recorrí cárceles  – Huelva, Carabanchel, Palencia, Ocaña y Benalúa para reunir su expediente carcelario y ponerlo a buen recaudo en el Ministerio- nadie había preguntado por él salvo el gran fiscal alicantino Miguel Gutiérrez al que tuve que desencantar cuando le dije que su libro magnifico sobe el proceso a Miguel Hernández no tenía el expediente completo porque en la guerra y hasta bastantes años después, cuando los presos se movían en las famosas “cuerdas de presos” escoltadas en los trenes por guardias civiles, los expedientes quedaban en las prisiones y solo iban con una hoja de conducción por lo que los expedientes carcelarios siempre estaban troceados. Eso los grandes expertos, dueños de Miguel Hernández, no lo dicen. Me la suda si quieren la fama para ellos solos porque yo, a estas alturas, cambio toda la fama y todos los honores por una Alhambra con mi rubia del Jaguar y un intento de soltarle los corchetes, liberando su  espalda y más cosas.

Tengo realmente sentimiento de culpa, que se me va quitando conforme llego al balneario a aburrirme como una ostra con tres viejos reumáticos, la abuela del flotador de unicornio, la otra que va con un mini short intramuscular que causa estragos en el buen gusto y todos los caóticos que formamos esta caterva desesperanzada, este desfile hacia la nada que es lo que hay después del crematorio, mal que le pese y le rompa el negocio al obispo de Alicante y a todo su séquito.

¿Por qué el sentimiento de culpa? Porque me queda algo de solidaridad humana todavía – muy poco y cada vez menos-.

Llego al balneario y mi sorpresa es mayúscula. La rubia está en la puerta. Decididamente tiene buen olfato. Me huele de lejos. No es  normal que esté esperando cuando llevo cuatro días pendoneando por la Mancha y el QUIJOTE PEDERNOSEÑO, disfrutando mi fuga, colándome en bodas, haciendo dos simpas en otras tantas tabernas y durmiendo al raso sin ronquidos de abuelos que molesten.

¿No te da vergüenza andar por ahí como oveja sin pastor, expuesto a que te pase algo? La primera en la frente, la rubia me cuida, aunque sea desde lejos y desde el medio anonimato porque sigue sin descubrirse aunque hoy, al verme, me ha dado un pico húmedo y largo. Lo juro.

Amor, le digo sin atisbo alguno de vergüenza: estoy en las últimas. No encuentro ni una colombiana de veinte años que se quiera casar conmigo para tocar los cojones de la seguridad social y hacerle pagar que tras cuarenta y cuatro años trabajando  – cuatro sin asegurar, sin derechos y en situación de cuasi esclavitud- y los otros cuarenta jodido por etarras, cacos baratos y unos cuantos funcionarios a los que llamar  ultraderecha es poco, después de eso, me suelten que no tengo derecho a cobrar el complemento de haber criado a tres hijos. Me los habrá criado otro, digo yo. Pues no encuentro una colombiana de veinte años para casarme por lo civil o por lo criminal y que esté cobrando la viudedad durante otros treinta años, aunque yo ande dando cornadas por el Hades, como ahora las doy por la Mancha cada vez que me acuerdo de la rubia y la imagino con su marido, porque sé ya, de magnifica tinta que está casada y con todos los papeles en regla.

Me importa un huevo, porque no tiene solución, que Putin amenace con usar su potencia atómica si los ucranianos le lanzan misiles de largo alcance. Él sabe que esos misiles son americanos, evidentemente.

Me la trae floja que los Bildus  – socios del gobierno Sánchez, que a mi me parece muy bien porque yo, que los conozco a todos, estuve cuatro años predicándoles, dando ejercicios espirituales para que dejaran los tiros y entraran en las instituciones- y ahora dicen que la Guardia Civil  – yo les debo media vida y la otra media a la Policía- que no pueden celebrar el Pilar en Vitoria porque eso es defender la tortura en Euskadi. Claro ellos son solo hombres de paz, desde Kubati al Carnicero de Mondragón y desde Txquierdi a Gadafi que  mató a mi amigo Goicoetxea, el Cabezón en un semáforo, y me han contado que es ahora, más que jefe de servicios, jefe del resort en Basauri.

Me la trae floja   – ¡qué mundo vamos a dejar a hijos y nietos- que los israelíes, pasando de la ONU, de la OTAN, de la UE y de todo, con ayuda de los americanos, masacren Gaza y empiecen una escalada terrible en Líbano, cargándose también al líder de Hezbola  – el partido de Dios, cágate lorito, Dios metido en política como siempre-. Ya contaré esta película despacito que la rubia del Jaguar me empuja a la habitación. No sé qué querrá hacerme. Después de tanto QUIJOTE NEGRO E HISTORICO no estoy para muchos o para ningún trote. Dulce, melosa, estratosférica, galáctica y yo con esta pobre indumentaria y tan piltrafa.

Manuel Avilés, escritor y director de prisiones jubilado, columnista de h50

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