¿Decaen los derechos de los niños asesinados?

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Rosa María GARCÍA DURÁN.*

 Se acordarán de aquella niña de origen asiático, adoptada por una familia “bien”, aquí en España, de nombre Asunta, y que fue asesinada por sus padres adoptivos, de quienes tomó sus apellidos, Basterra Porto. Teóricamente viajó hasta Galicia para tener mejor futuro, y si lo tuvo fue hasta los 13 años, que murió asesinada.

Hace una década de aquel suceso cruento y morboso por el tratamiento mediático extenuante, en el que la menor había sido víctima mortal de sus padres, que idearon la fórmula de su muerte para evadir responsabilidad alguna. Aquella atrocidad estuvo, día tras día, durante su instrucción y enjuiciamiento, en todos los hogares españoles, a través de las noticias y programas casi exclusivos. Algunos medios de comunicación contaban “cosas” que, parecía, sorprender o pillar incluso a contrapié al juez instructor y policías del caso, e incluso a los propios implicados, sobrepasados todos ellos por la velocidad con la que llegaba la información, o a saber qué, a los micrófonos y de ahí a la opinión pública. Podríamos calificar esta inmisericorde cascada de datos y chismes -con el comodín del “presuntamente”, es decir, todo vale- como la “feria de las primicias”. En las ferias, si vas de visita, te entretienes, pero si te toca escaparate, sí o sí, el papel es el de ser visto y opinado. Eso ocurrió con la pequeña Asunta y su asesinato.

Bien, pues ahora ha tenido esta pequeña gallega la “oportunidad” de que la “maten” de nuevo. No solo eso. Los padres, aunque su progenitora se suicidó, “han podido asesinarla otra vez”; los policías pueden” volver sobre sus pasos” en la investigación y los jueces “repreguntar y dictar sentencia”, como ya se hizo. Esta “oportunidad” la propician productoras de series que recalan en plataformas de la televisión digital.

Entonces, hemos de entender que hechos fatídicos que la memoria trata de minorar, porque olvidarlos debe de ser imposible, sean puestos en escena como.si tal cosa.. Hay que reconocer que el detalle también afecta a la praxis policial y, sin exagerar mucho, en algún caso parecen cursos abreviados de criminología e inteligencia policial muy interesantes para quienes quieran saber cómo actúa la policía.

 FIN Y MEDIOS

Sacaría a colación ese dicho que advierte, y con razón, de que “el fin no justifica los medios”. Traído a nuestro caso, cabe preguntarse si la finalidad de dar a conocer el por qué del “caso Asunta” no ha de interrogarse también y con pulcritud por qué medios se han utilizado y el origen de algunos contenidos para tener claro que esos procedimientos no han quedado fuera del amparo legal.

En todo caso, ¿han preguntado a Asunta, ya en cenizas, si quiere que se hable de ella de nuevo en series y documentales? ¿Que se exponga de nuevo su vida, su entorno, su familia? ¿Que se “allane” otra vez su habitación?

De los padres, judicatura y miembros de los cuerpos policiales intervinientes ni nos ha de preocupar su respuesta. No sé si se habrán hecho estas preguntas. No han hablado y podían, por ellos y por Asunta. Puesto que parece que no hay ninguna acción legal emprendida contra esta, me parece, violación a la intimidad de una niña, hemos de entender que “comulgan” con ello, como se decía antaño. El juez José Antonio Vázquez Taín, instructor del caso, creo que ha manifestado su disenso, porque parece que se sugiere por algunas secuencias en uno de estos productos televisivos que la muerte, así juzgada, dejó algún fleco suelto…

Es el caso de la también espeluznante muerte del pequeño Gabriel Cruz, “El Pescaíto”, a manos de la pareja de su padre, Ana Julia Quezada, condenada a prisión permanente revisable, que está en la cárcel desde 2018. Según parece, Quezada está cerrando un trato o un contrato para producir uno de estos seriales “del dolor ajeno “para que cuente lo que pasó y por qué terminó ella precisamente entre rejas. No hay mucho margen para la ideación después de un juicio sobre cómo pudieron ser los hechos, pero parece que tampoco cabe albergar muchas dudas de que la “actriz principal”, la condenada, los contará desde sus “gafas”.

En este caso, los padres del niño asesinado vuelven a implorar y también a exigir que no salga adelante este aberrante proyecto. Es muy difícil, aseguran los padres de Gabriel, levantarse y no ver a su hijo en su cama. Claro, si no se malogra este propósito, a la postre mercantil, los padres no tendrán más remedio, como señalan, que afrontar desde el principio lo qué pasó y por qué su pequeño ya no está con ellos.

“Pescaito”: tus padres siguen haciendo justicia en tu nombre y muchos y yo misma nos alegramos. Ojalá no pases por la trituradora en serie que no detiene la caja registradora ni habiendo menores por medio. Ya son demasiados los pequeños “resucitados” para entretener. Es como una tortura que vuelve a victimizar otra vez y de nuevo a quienes ya lo fueron, aunque esta vez desde la desfachatez de un “cámara y acción”.

“TRUE CRIME”, PRODUCTO SIN LÍMITES POR AHORA

Estas series se han enmarcado en lo que se ha dado en llamar “true crimen” (en español, basado en crímenes reales), convirtiéndose en un producto televisivo, con categoría cinematográfica, ahí es nada, y por tanto accesibles y normalizadas para su consumo. Sus episodios, sucesos, pueden abrir heridas, tocar sensibilidades, eso sí, yendo delante o detrás de un anuncio; si padas mas, según parece, te ahorras los comerciales, mientras son exhibidos los capítulos uno detrás de otro sin nada que estorbe este entretenimiento o terrorífica pesadilla, según le toque a cada cual.

Pensándolo bien, no sé qué posibilidades de hacer frente existen contra la enloquecida maquina del “share”, esto de sumar audiencias, más y más. Cómo podrían ser “pillados”, pongamos por caso, en excesos o abusos contra el derecho a la intimidad, la privacidad o la imagen, si se nos advierten de la

coartada: el entretenimiento que ponen a nuestra disposición está basado en algo real, PERO algunos personajes, situaciones…están ficcionados porque así conviene a la dramatización.

No obstante, el interrogante hay que situarlo en la legitimidad y no sé si legalidad de esta forma de desnudar tragedias con menores por medio. “¿Qué más da?”, “¿Dónde está el problema?”, podrían preguntarse las direcciones ejecutivas o los productores. Ciertamente, y puesto que de momento no parece haber sido pisada ninguna línea roja, estas preguntas sobran. Las de carácter ético, no.

Asunta, Gabriel, Pescaíto, lamentamos muchos que de nuevo hayáis vuelto a la tele de esta forma, como otros niños y niñas antes que vosotros, sin preguntaros y que la ausencia de respuesta por haber sido asesinados haya sido interpretada como un “sí” por quien tiene dinero y os utiliza para hacer caja.

Asunta, Gabriel, si os dejan, intentad descansar en paz.

Y a quien toque, que responda, ¿Decaen los derechos de los niños y niñas cuando son asesinados? Va siendo urgente tenerlo claro.

Autora: Rosa María GARCÍA DURÁN. Licenciada en Filosofía. 
Siendo Comisaria de Policía Municipal de Madrid, dirigió los servicios de Atención al Ciudadano y Prensa. 

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