El hartazgo en las fuerzas y cuerpos de seguridad es tan grande que no voy a irme por las ramas para decir claramente lo que pienso.
Es más que evidente el nivel extremo de inseguridad y de delincuencia en la zona del Campo de Gibraltar. Que los narcos y las mafias de la inmigración ilegal campan a sus anchas es sabido por todos, y sí, por todos. Por los policías y guardias civiles y por quiénes desde las instituciones tienen la potestad de frenar esa situación mediante la implantación de planes operativos directos y específicos.
La dejadez y el olvido es patente, y a la falta de medios humanos se suma la de medios dotacionales. Es más prioritario cercar a (ironía ) “peligrosos agricultores” o blindar la sede de un partido político con miles de policías, que reforzar la seguridad y el control policial en una zona estratégicamente tan complicada como es el Campo de Gibraltar y el Estrecho. Dejan a la mano de Dios a cuatro guardias civiles contados jugándose la vida literalmente luchando contra el narcotráfico.
Algunos con premura desean mostrar las condolencias a las familias, hacerse fotos con los altos mandos de la Guardia Civil o soltar la típica perorata de copia y pega que es muy socorrida para quedar bien con todos en éstos casos. Aunque visto lo visto tampoco tengo muchas expectativas en que dediquen tiempo alguno para honrar a los compañeros, puesto que son más propias las muestras de dolor y la empatía con los golpistas catalanes o con los presos etarras.
No soy fan de aludir a organizaciones sindicales en mis artículos, pero me consta que desde la Confederación Española de Policía -CEP han sido numerosos los informes realizados denunciando la incomprensible situación de inseguridad existente en toda la zona del Campo de Gibraltar, reclamando que sea incluida como zona de especial peligrosidad y, por ende tenida en cuenta a la hora de implantar protocolos de actuación realmente efectivos contra el narcotráfico.
Una vez más es sonrojante que desde las instituciones no se considere como debe el trabajo que realizan los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, negándoles sistemáticamente la consideración de peligrosidad.
Desde la tranquilidad de los despachos todo se ve diferente a como lo ven los que se juegan la vida en el mar a bordo de una patrullera de la Guardia Civil o desde el aire pilotando el helicóptero de la Policía Nacional cuando luchan diariamente contra el narcotráfico.
Ni medallas, ni palabras que caigan en saco roto.
Justicia y que caiga todo el peso de la ley contra los asesinos de los compañeros. Nos son muertes, son asesinatos.
Una vez más la pelota está en el tejado de las instituciones para que dejen de mirar para otro lado y se pongan manos a la obra en cada uno de los frentes que tienen abiertos.