Cuanto más conozco al ser humano, más quiero a mi perro, decía Lord Byron, y repito yo varias veces cada día, con más razón que un santo. Cada día vivo una nueva maldad, una nueva traición – algunas bajo el palio de la innovación y de crear no sé qué miseria y una nueva gilipollez, pensando que los imbéciles somos todos los demás que nos creemos sus argumentos fantasiosos y peregrinos. Como si uno no hubiese tratado con varios miles de chorizos, con centenares de terroristas y con estafadores y golfos de toda laya, que le han enseñado a distinguir el honesto del farsante y del que solo piensa en sí mismo, aunque se intente vestir de seda – como la mona- para dar el pego de emprendedor y de creador de no se sabe bien qué mierda. Esto es así hasta tal punto que, tomando hoy el poco sol que había en una calita frente al mar y con mi Casilda, he hecho votos de mandarlos a tod@s a tomar por donde amargan los pepinos y vivir inocente y feliz como los imbéciles – Solo se puede ser absolutamente feliz si se es tonto. No sé si se puede decir imbécil o tonto ahora, pero yo tengo una medio novia espectacular que hoy me ha llamado tecnolerdo o tecnomongo – por mi ineptitud ante estos chismes cibernéticos- y luego, enardecida me ha metido un meneo y me ha hecho un hombre. Esto es lo que quiero, meneos de ese calibre y no estar todo el día pendiente de las maniobras narcisas de estas gentes que no saben hacer otra cosa sino estar pendientes de su propia entrepierna. Tan propia como inútil.
Líbreme Dios – ese que, según el obispo Munilla y los canónigos de la catedral y hasta el sacristán, dicen que va a juzgarme muy pronto porque mi cuerpo está ya pidiendo tierra- líbreme Dios de llamar criminales a los políticos, conforme al título de este artículo. Política criminal es una ciencia que forma parte de la Criminología y el Derecho Político, la que trata de las técnicas y las actitudes de un Estado determinado para tipificar distintas conductas como delitos, estudiar cómo se generan y cómo se tiene que tratar a quienes los llevan a cabo, para vivir medianamente tranquilos y seguros.
Cuando yo estudiaba Derecho – recuerden que pasé por la Universidad pero ella no pasó por mí- había una asignatura que allí empezó a no existir, el Derecho Natural. Eso ha estado inspirado siempre por el “curerio”, que definía ese Derecho como las normas, dependientes de la Ley Eterna, que Dios inscribe en las mentes de cada hombre. Ya estaban los curas metiendo la cuchara en su afán de dominio, de organización y de mando. Hoy eso no se lo creen ni ellos. El Derecho lo componen las normas que, los que tienen el poder, imponen para seguir teniéndolo – pura Criminología Crítica-. No hay nada más que echar un vistazo a nuestro alrededor y ver a Sánchez y a Puigdemont para convencerse. Estos dos hacen buenas, verifican las tesis de esa escuela criminológica.
Sánchez y Puigdemont tienen el poder. Se necesitan uno al otro para tenerlo. Uno escenifica que es el primer ministro, pero sabe que su capacidad radica en que el otro no le quite el sostén – con perdón por el erotismo de quitar el sostén- sin el cual tendría que emprender la inevitable retirada. Por eso, por el sostén – con perdón- vive arrodillado y manda una y otra vez al electricista a que negocie lo innegociable O sea, el arrodillamiento del Estado ante el poder de los siete votos que te dan o te quitan la mayoría y el sillón monclovita.
Lo último es para nota y lo hemos visto esta misma tarde en todos los telediarios. Se vota en el Congreso la vergonzante Ley de Amnistía. Llevan varios días amenazando con votar en contra de una ley que han dictado ellos y que, después de dictarla ha estudiado y reestudiado para evitar ningún resquicio por el que se pueda colar una condena y puedan acabar en la cárcel. Esto es una autentica broma porque la cárcel que sufrieron los Junqueras, Turull,etc… ha sido un resort de tres pares de cojones.
Quieren atar bien atado, como Franco decía cuando la estaba palmando, que Puigdemont pueda volver y pasearse por la Rambla y andar para arriba y para abajo sin tener que esconderse tumbado en ningún maletero. Para eso han tenido una brillante idea: la amnistía – el olvido del delito, el tenerlo por no cometido y pedirles perdón por haber dicho o pensado que lo habían hecho- tiene que abarcar a todos los actos de terrorismo porque hay flecos en el proyecto que no les gustan y le parecen insuficientes. También – afirman los puigdemones- hay que quitar de los delitos que te pueden llevar al trullo ese concepto facha del delito de “alta traición” – conozco yo unas gentes que les pueden dar clases de traiciones con especialidad consumada, un master, un postgrado con dos cojones-. O sea, los puigdemones – recuerden que son herederos directos de los pujoles, los de las bolsas de pasta en Andorra- los puigdemones, repito, exigen al Estado que se quede indefenso ante quienes lo atacan. Así de claro.
La portavoz de la derecha catalana, rica e independentista, la Sra. Nogueras ha pedido volver a la negociación con el electricista porque texto que no han aprobado hoy, es “solo un punto de partida, pero tiene agujeros por donde la Justicia prevaricadora española puede dejar la amnistía en papel mojado. Si hoy podemos quitarle la pelota ¿por qué se la dejamos en el punto de penalti?”
¡La virgen santa! Llama prevaricadores a todos los jueces y no pasa nada. ¿Dónde está el Supremo? ¿Se han dado de baja por ansiedad como el Tristón que se venía abajo solo por pensar en el curro? Si digo eso yo duermo en ingresos de Fontcalent echando leches. Aquí no pasa nada porque el Estado de Derecho – lo tengo más claro cada día- es un mero recuerdo. El día que me arranque, cuando resuelva antes un par de cosas pendientes, les daré datos. Nombres y apellidos en relación con ese desguace.