Desde un punto de vista policial, un coche es un objeto muy vulnerable, fácil de sustraer en su interior.
El modus operandi es sencillo; verificar que no tenga alarma, romper un cristal (el más pequeño para evitar llamar la atención), acceder al interior y en escasos minutos, sustraer los objetos que encuentren.
Siempre es mayor el daño que el coste real de los objetos sustraídos.
Pensando en el valor del “botín” obtenido, a saber; un estuche de cds, unas gafas de sol, un juego de toallitas… y las escasas monedas colocadas en el cenicero, destinadas al pago de la “hora” o carrito de la compra, nos podemos hacer una idea del delincuente.
En general nos encontramos con toxicómanos que, en su desesperación, buscan esa “calderilla olvidada” en algún hueco del salpicadero en coches de fumador, o en el cenicero de quien no tiene este vicio.
La evolución de este delito ha sido simple, hace años los mismos delincuentes buscaban el radio-cassete. En aquella época llegó a existir un verdadero mercado negro, en mercadillos era común su reventa.
Se logró paliar este delito de una forma muy eficaz, con modelos extraíbles que guardábamos en el maletero, resultaban incómodos, por eso evolucionaron permitiéndonos extraer sólo la caratula, llegando hoy día a la incorporación al propio salpicadero de modernos aparatos de radio.
Estos datos se reflejan en las últimas estadísticas policiales, vienen a verifican que esta actividad delictual está disminuyendo.
Existe una máxima comercial que podemos aplicar también a los “trabajadores del delito”, cualquier “actividad” que no es rentable deja de realizarse.
De momento, no dejen calderilla ni objetos de valor, a la vista en su vehículo.