Sánchez, los “puigdemones”, el Supremo y la rubia del jaguar

Puigdemont
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Columna de Manuel Avilés*

Ya estamos de vacaciones. Bueno… algunos. Otros, con los que cada día estoy más convencido de que quieren acabar, estamos de vacaciones permanentes, desocupados porque somos un estorbo en cualquier lado.

Naturaleza…árboles, montaña, aire puro, pajaritos, una central nuclear cerca. Todo muy romántico. Van a decir que es mentira. El derecho a mentir tan esgrimido por los escritores. Me he metido  – con Casilda, que comparte ser el amor de mi vida con el pibón foráneo- en un viaje del Imserso. Si no admiten a Casilda yo no voy.

 Quieren acabar con nosotros: autocar con asientos asignados en el que, un porcentaje importante de abuelas, alega marearse para ir delante.  Voy en el gallinero. Un poco más y me toca, con Casilda,  ir acostado en el maletero ese, en el que las puertas se abren en los bajos de los laterales. Reconocimiento médico nada más llegar para evitar sustos con infartos, subidas de azúcar, alarmas prostáticas y gatillazos sobrevenidos. Apuesto a que no hay un solo momento libidinoso en la semana próxima. Spa con gorro y albornoz – no veo posibilidades lúbricas por ningún lado-. Piscina cubierta y descubierta con chanclas obligatorias. Luzco unas de diseño, compradas en el mercadillo de Babel, mi boutique particular, que hacen furor. Al gitano de las chanclas hay que hacerle un monumento… a la horterez: unas chanclas de estrellitas brillantes.

 La primera tarde hay una charla sobre “Cómo envejecer”. ¡Una mierda!  Eso no se aprende, es una tragedia a la que uno jamás se acostumbra.  En esas charlas sobre salud y vejez casan dos conceptos que son contradictorios y aquí pretenden conciliar. Palabrota de moda: la conciliación imposible, buen título para una novela negra. 

Aquí, hablemos claro, el que no está cardíaco, está diabético, el que no prostático y el que no, va a la farmacia y sale con una bolsa que parece que vuelve del Pryca. Se atreven en estas charlas a hablar de salud sexual en el colmo de la osadía. Todos los que hace treinta años nos meábamos en el pecho, ahora hacemos lo mismo, pero en los pies. Todos hablan de pastillas azules, de cremas milagrosas, de inyecciones y de remedios “taumatúrgicos” inexistentes. Me piro de esa reunión senil  – edad en la que me hallo, no vamos a fardar- en la que los gatillazos son moneda común aunque escasa, igual que los intentos de consumación, que son más imaginación que otra cosa. Eso se compensa con la comida. La sublimación, que decía Freud.  En la vida he visto a gente comer con esa ansia. No vuelvo por el Imserso. Ya avisan en la entrada. Menú completo con vino.  Y nos lanzamos por el morapio  como los vaqueros de las películas del oeste que siempre decían con tono amenazante y voz cavernosa: Dame una botella de güisqui, que tengo mucha sed.

Cuando empiezo a asimilar mi integración en la tercera edad  y los gatillazos como moneda común, surge el   “pibón foráneo” y me maldigo por haber nacido veinte años antes de la cuenta. ¿Qué hago yo con estos pelos frente a este pedazo de mujer que rompe todos los moldes? Empiezan los interrogatorios: quien es el pibón foráneo, cómo se llama, de dónde es, a qué dedica el tiempo libre…. Como si todos fueran José Luis Perales.  No voy a decir nada. Hablaré en su momento y ese será cuando cuelguen las amonestaciones en la puerta de la iglesia antes de la boda. Me arriesgaré al ridículo, a intentarlo antes de que me abandone en la puerta del primer asilo que me acoja.

En estas reflexiones andaba, haciendo cola para los que tenemos que tomarnos la tensión, que somos todos, y surge la sorpresa. El milagro de la transfiguración de los panes y los peces. Perdón, eso era la multiplicación, es que yo suspendía las matemáticas, entre otras muchas asignaturas. Por eso no he llegado a nada

Detrás de un abuelo descangallado, que anda con todos los refajos sueltos – más o menos como yo-, con suspensorio,  despeinado y con el gorro obligatorio de la piscina puesto, aunque esté a trescientos metros de ella, en mitad del secano y junto a un pinar en el que hay huellas de cabras.

 Detrás del abuelo…aparece la rubia del Jaguar. Esta mujer me huele desde kilómetros. Seamos objetivos: viene inmensa, guapa, alta, estilosa y delgada, tipazo y los labios como para quedarse a vivir en ellos. Qué labios señor como para cometer varios sacrilegios uno de tras de otro.  No me llamen machista, las feministas que dicen que me fijo solo en el cuerpo – mentira-, que estoy siendo un filósofo  fenomenólogo como Edmund Husserl. Prosigo: Inteligente, dulce, tierna, jugosa, preguntona y curiosa. Incluso un poco broncas. Con un aire triste en sus ojos que hace que te la quieras comer entera sin respirar. Voy a saber, sí o sí, el porqué de ese halo casi indescriptible a la vez que mágico. Su figura, sus movimientos, solo el hecho de estar, funcionan como un imán contra el que es imposible pelear. Sin querer tarareo despacito la canción de Maná: “…me encantaría quererte un poco menos. Cómo quisiera poder vivir sin ti… como quisiera poder vivir sin aire. Como quisiera calmar mi aflicción… siento que muero. Me estoy ahogando sin tu amor”.

La rubia corta mis reflexiones y me emboba cuando sale de su boca la primera palabra. Cariño, he venido en el coche escuchando una tertulia sobre el enorme problema que hay en España con los que tú llamas “los puigdemones”, que sabes que leo todos tus artículos y ando plenamente informada. ¿Qué quiere esta gente, que yo no estoy demasiado versada en política catalana?

Pues fíjate  – contesto – yo pensaba que tu eras de Lleida. Te lo juro. Una carcajada corta mi suposición y responde. No te diré de donde soy porque sigo a rajataba el refrán: al que quiera saber, mentiras con él, pero  explícame por favor el lío ese de lospuigdemones.

Cariño mío, respondo intentando aparentar relax pero sin poder apartar mis ojos de su escote. ¿Sabes lo del golpe de estado? Un grupo de levantiscos puigdemones, con Junqueras y Rufianes  – estos últimos capitanes de los charnegos, que su madre era de un pueblo de la Alpujarra, cercano al mío- dieron un  golpe de estado afirmando una república catalana e independiente. Mira, amor. Yo por la república no protesto que los borbonés, los Austrias y los tratámaras han tenido cojones en la historia, pero claro… Un país es una cosa muy importante como para ponerla en tela de juicio cada dos por tres, con puigdemones, con txiuiqredis, terneras o kubatis.

El estado reaccionó y acabaron todos esposados y en el cuartelillo. Ahí viene otro problema: en las elecciones, Sánchez, necesitaba los votos de los golpistas para pilar cacho, o sea la monclueca. ¿Tu te acuestas con quien no quieres? No, pero en la política, se practica el cambio de pareja y los extraños compañeros de cama y donde dije “nunca jamás”, digo: ahora mismo.

Eso ha pasado aquí. Los detienen, los procesan, los juzgan, pero uno se fuga en un maletero. El jefe. Valientemente porque se mareaba como las viejas estas del imserso.

Perdona rubia, que está aquí Genaro, un conocido, al que ya han estafado más de cinco mil pavos con el rollo del amor eterno y de la boda inminente con un pibón que puede ser casi su bisnieta. Genaro: mañana te explico los medios, modos y formas de limiarte la cartilla que tienen estas chicas  de las fotos en “desabillé”, ojos pizpiretos, labios cerezuelos y promesas de amor eterno. Mañana, hombre. ¿No ves que estoy intentando profundizar pero no en la redes sino en vivo y con la prójima cerca?

  Incluido – seguimos- el jefe del maletero. Los levantiscos piugdemones, tenían votos como para apuntalar el afán de Sánchez de seguir en la monclueca. Ahí viene el intercambio de cromos: Oye  Sánchez – suena alto y claro al otro lado del teléfono-, que note creas que este fugado maleteril estbá en un apensión y pasando fatigas en Colliure como Machado. Este menda anda a cuerpo de Rey como Fernando VII cuando vivía en el castillo de Talleyrand mientras los españolitos imbéciles se dejaban la vida a pecho descubierto, empujados por nobles forrados  y curas libidinosos. Oye Sánchez, dice Puigdemont, que yo te hago presidente si tú me borras el expediente taleguero y me pides perdón por perseguirme. Eso está hecho, Puigdemoncito de mi alma. Y entre los dos redactaron una amnistía a medida del forro de sus cojones. O sea como les salió de los mismísimos.

Y ahora llega el Supremo y dice que el delito de malversación  – dedicar dinero público a otro fin del legal, no entra en la amnistía. Y ahí los tienes, colgados de la brocha a Sanchistas y Puigdemobes. Feijoy y los suyos se parten y el pobre Illa ve cómo se le escapa ser Molt Honorable.

Así está la cosa, rubia. Por cierto, como este balneario de vejestorios anda cerca de la Mancha manchega y tú tienes un Jaguar, me voy a dar una mano de laca para poder ir con la ventanilla abierta y te voy a llevar a El Pedernoso, que es el pueblo de mi tatarabuelo, Don Rodrigo Pacheco de Avilés, inspirador con toda seguridad de Cervantes a la hora de escribir su obra. Te contaré por el camino el más grande acontecimiento que verán los siglos: el QUIJOTE NEGRO E HISTORICO en el que yo voy a intervenir y en el que tú vas a estar invitada a comer, a  participar literariamente, a dormir y a toda el agua que quieras  beberte en el grifo de mi habitación .

Columna de Manuel Avilés, escritor y director de prisiones, para h50 Digital

 

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