“Pa que nos quite de en medio la Guardia Civil”. La rubia del jaguar

Comparte ese artículo

Manuel Avilés*

Pasemos de contar batallas del abuelo cebolleta. No me fío nada de los hombres y nada de nada de las mujeres. Quiero más a mi perro. Casilda no engaña. Ella se va, sí o sí, detrás de quien le da un trozo de melón o de jamón de york y vuelve inmediatamente. Yo he sido destinatario de una declaración apasionada: eres el amor de mi vida, lo mejor que me ha pasado, te querré siempre. Quiero casarme ya.   Y  la declarante andaba haciendo, no ya doblete, sino triplete.

La condición humana, no entremos en honduras. Seamos señores con datos íntimos y no hagamos buena la frase de Yuval Noah: “la inmensa mayoría de la comunicación humana es chismorreo…no es la capacidad de transmitir información, sino el chismorreo”. A mi, por ejemplo, que no quiero chismorrear sobre nadie, doce o catorce analfabetos – incluidos varios etarras también iletrados y un obeso mórbido que va de gran empresario y desayuna con orujo gallego- por mi condición de piel roja, por los muchos glóbulos rojos y el alto hematocrito, me han etiquetado como alcohólico o borrachín, ellos que fermentaban fruta bajo la cama en la cárcel, nadaban en cuba libres y se comían las esquinas dando traspiés e incapaces de mantener la vertical. La teoría del chismorreo de Yuval Noah, lean su obra “Sapiens. De animales a dioses”, imposible de leer si eres un borrachín, y disfruten de la sabiduría. Así estoy disfrutando yo ahora mismo: el Sapiens en la mesa y la mano sobre la pierna de un bellezón galáctico, estratosférico, a la que acabo de dar dos rubiales largos y recibir medio guantazo dulce como la caña de azúcar. Me jura  – con otro rubiales y medio, como apoyo del juramento- que no vamos a acabar en la Audiencia Nacional.

Entremos en materia. Dada mi trayectoria profesional, ruinosa, desde la nada hasta las más altas cumbres de la miseria, he conocido a decenas de jueces. Tal vez centenares. La inmensa mayoría de ellos inteligentes, cultos, trabajadores, serios, equilibrados, honestos cada segundo del día y sin posibilidad de ser manipulados. Lean “De prisiones, putas y pistolas”- y verán que alguno deja mucho que desear. Ser juez no imprime carácter. Se puede ser simple y decir simplezas – vean las  putas y las pistolas-. Ser puede ser policía, funcionario en la cárcel, registrador, notario, capitán de intendencia, sacristán y hasta obispo  y ser gilipollas a la vez. Hacer una oposición, captar como secuaces a las monjas de Belorado o montar una secta que perviva predicando bobadas, no implica ser una lumbrera. Ya lo dice  Yuval Noah: los grupos humanos, para funcionar y estar cohesionados, necesitan mitos comunes, historietas absurdas que se creen a pie juntillas. Cualquier cooperación humana se establece sobre mitos comunes que solo existen en la imaginación de la gente: la patria, los derechos, la igualdad, la religión… Los curas, los hechiceros, los políticos…han creado dioses y demonios a lo largo de la historia. Todo ira en contar historias  -todos somos iguales ante la ley, el hombre es un valor universal inextinguible… y conseguir que la gente se las crea por más absurdas que sean.     

¿Por qué digo esto? Siendo, como es, ciega mi confianza en algunos jueces, por su personalidad, su honradez y su entereza,  de la Justicia como institución me fío menos cada día. Ahora ando enredado con las  memorias. Ya les digo el título: “La cárcel, el terrorismo…y el desastre”. Ahí me despacharé como procede. Si tengo suerte, terminaré en la cárcel y mi plan  – como dicen todos los delincuentes que he conocido en mi vida- es perfecto. No para que no me pillen, que me pillarán porque quedará escrito negro sobre blanco, sino que es perfecto porque la memoria es lo único que me funciona bien y sin fallos.

En la cárcel me ahorraré la residencia de ancianos, las colas en los ambulatorios y, conforme a la teoría de asistencia integral a los presos, arruino al estado en sonotones, en prótesis y en viagras para evitar las depresiones subsiguientes a los gatillazos en los múltiples vis a vis que voy a disfrutar durante mi estancia taleguera. Un plan perfecto. Conozco bien el paño.

Estoy cabreado como el mono del que habla Yuval Noah en Sapiens: “nunca convenceremos a un mono de que nos dé un plátano, con la promesa de que, después de morir, tendrá un número ilimitado de bananas, a su disposición en el cielo de los monos”.  Y setenta monas muy pendones a su disposición y siempre vírgenes. ¡Qué gilipollez de creencias!

Estoy cabreado como un mono porque yo creía en el estado de derecho y, ahora, lo veo cada día más desguazado.

Estoy en el balneario plagado de vejestorios  – entre ellos me cuento-, una antesala de la muerte, solo falta un fantasma con guadaña paseando entre los setos y diciéndonos, como si fuésemos frailes cartujos: hermanos, morir, debemos. No hace falta siquiera contestar, por lo evidente: hermano, ya lo sabemos.

Cuando yo era joven  – otra vez se suelta el abuelo cebolleta- daba clase en un colegio de niñas disminuidas psíquicas al mando de la mejor monja que he conocido nunca, un prodigio de trabajo y generosidad: Aurelia Cuadrón. Aquellas niñas, listas muchas veces como el hambre, otras veces eran conscientes de su minusvalía y alguna decía con frecuencia: estamos “pa que nos quite de en medio la guardia civil”. Así estamos la mitad de los integrantes de este grupo cochambroso. El Estado nos paga media pensión para tenernos entretenidos, nos da de comer, con vino, por un módico precio y yo creo que espera que más de cuatro salgan con los pies por delante, si tenemos en cuenta los atracones que cuento en cada comida. Se nota que hemos vivido los años del hambre y los años internos en el colegio de los claretianos. En lugar de tentaciones contra la castidad, por la noche como pretendían los curas, soñábamos con muslos de pollo y pechugas, también de pollo. Nada de sección de empuje de ningún bellezón como la rubia del Jaguar.

Hablando de ella, ha venido de nuevo a verme. Creo que veranea por algún chalet de esta montaña inmensa en la que está enclavado este almacén de abuelos que creen, que con la hidroterapia y los baños termales, con la escuela de envejecimiento y las sesiones de pedicura  – pagadas aparte- van a salir directos a los Juegos olímpicos franceses.

La rubia del Jaguar, inmensa como está, creo que es morena. O sea, rubia de bote. El Jaguar sí es auténtico. Ella también porque me inspira todo el listado de pecados capitales que aprendí con los claretianos, especialmente, además de la lujuria imposible de consumar, la envidia por no estar siempre a su lado y la gula por las ganas de comérmela, “a bocaitos chicos” como cantaba Camarón y la ira, pensando en darle como a cajón que no cierra…si pudiera, claro.

Hoy ha venido escatológica y preocupada  – influenciada por mi en sus dudas sobre la Justicia- por las nuevas resoluciones del Tribunal Constitucional sobre unos políticos golfos que hace muchos años se lo llevaron crudo disimulando trabajar por los trabajadores. ¡Ayyyy los sindicatos! ¡Que ruina!. Rubia, querida, si ahora el tribunal constitucional rebaja condenas de aquellos llamados de los ERE, ellos sabrán por qué lo hacen o influenciados por quien. Hay que preguntarle a aquella jueza delgadita y seria, que se llamaba Alaya y a la que hicieron la vida imposible

Eso es el paleolítico de la política pero todo hacía ver, acuérdate de la madre de uno de aquellos secuaces que decía. “Tiene billetes pa asar una vaca” , aquello era – creo yo- puro descojone y puro clientelismo a base de billetes. Un vejestorio como yo, ya me ves aquí bailando por la noche los pajaritos por aquí, pajaritos por allá, no está en condiciones de ir ahora de justiciero universal.  Lo mío, ahora, es la literatura y el regodeo en las tentaciones contra la castidad porque ya es imposible consumarlas. A buenas horas han aflojado los curas la mano – ellos la han tenido siempre floja- con los pecados de bragueta.

 Para colmo de males  han archivado el “Caso Tsunami”. Ya saben, si eres culpable hay que buscar un abogado experto en derecho procesal que encuentre siempre una pega para anularlo todo. Si eres un desgraciado sin un duro y sin votos en el congreso te dan por todos los lados. También como a cajón que no cierra pero en el peor sentido.

Rubia: ¿Has leído 357 Magnum. Por ti me juego la salvación?  Con él te voy a llevar al QUIJOTE NEGRO E HISTORICO para que peques hasta que te canses, siempre que sea conmigo. El Pedernoso, el mayor acontecimiento literario que van a ver los siglos, los mejores autores, las mejores novelas y el que tenga envidia, que sepa que está pecando y va a ir al infierno como el mono de los plátanos de que hemos hablado arriba.

prisiones, putas y pistolas
Manuel Avilés, escritor y director de prisiones jubilado, para h50 Digital

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

error: Contenido protegido por derechos de autor c) 2021 h50. Está expresamente prohibida la redistribución y la redifusión de este contenido sin su previo y expreso consentimiento.